miércoles, 26 de abril de 2017

Pics Neigeux Im Frostigenacht


Pics Neigeux Im Frostigenacht


~ I ~

Olas de seres de la marea nocturna
Vuelan los cielos embrujados
Negros con sudarios tormentosos
Alas en la alta cumbre.

Lunas de hielo en la cumbre
De Alba escarcha cubierta
En el manto silente
Del invierno.

Aguas sombrías de nubes grises
Flotan ninfas y elfos
En la oscura noche helada
Brujas diminutas que vampirizan
Los sueños de.los muertos.

Iztacci de los Santos días idos
Zopilote negro enterrado
Embalaba toneladas de droga lunar.

Tristezas de los sauces en carreteras solas
Solas, las horas del sueño insomne
Transcurren en demenciales visiones
Silencio.

Páginas del silencio
Arrastrando tras de sí
Halos de historias
Mal garabateadas con clavos en la piel
De la nada.

Oscuridades estrelladas
En la noche ida
Noche vieja trayendo la voz
Tlapaneca del ídolo.

Negros augurios mortales
En el incensario
copal del Mictlán
Y hierba Nashik.

~ II ~

nieblas heladas
Brotando purulentas de la tumba.
Graves tumbas
Abren sus bocas lobunas
A la noche eterna.

Muertos arrastrados
Por ghules en carreras dementes
Por panteones olvidados
(¿De dónde sacaron muros frescos?)

Y aullan a la noche los romulianos herederos
De las misteriosas
Ceremonias de amor de Diana y Artemisa.

Abismos ondulantes
Giratorios torbellinos de la negra brea
De los muertos licuados por los siglos.

Oh, trituradora de huesos,
Oh, hedor gangrenoso del infierno.
Ah, miasma infecto...

Oler pútrido...
Estar muerto.

~ III ~

Horas que fluyen
Del río onírico del olvidó
Y caen al cielo
Negro abismo insondable superior.

Superbus Abissus
Que nos mira con su
Oculus Infernis
Fijamente en nuestra senda a Mordor.

Llantos lluviosos
De almas atrapadas en horas
Gélidas de lluvia
Arrasados espacios silentes.

Termoshock

Restallando el vidrio frágil de tus mentiras
Ojos abiertos al fin
Arrasados por trozos
Afilados de insania.

martes, 28 de marzo de 2017

Thesaurus Infernis Angelorum


Thesaurus Infernis Angelorum
Baal Fausto Aramizaél Kurioz
(Franco Misaél Sánchez  Díaz)

«Tus fosas nasales se habrán dilatado desmesuradamente de inefable satisfacción, de éxtasis inmóvil, y no pedirán al espacio, embalsamado como con perfumes e incienso, nada mejor; pues se habrán ahitado de felicidad perfecta, como los ángeles que habitan en la magnificencia y la paz de los agradables cielos.»

Conde D' Lautreamont

«Una multitud de ángeles alados, adornados con velos y anegados en lágrimas, se halla reunida en un teatro para contemplar un drama de esperanzas y de temores mientras la orquesta suspira por intervalos la música de las esferas.»

Edgar Allan Parrish Poe

~ I ~

He aquí las horas tétricas
En que las tumbas crepitan
Partículas fosfóricas de otras vidas,
Vox Mortuus ex Vox Dei
Y los chamanes lo saben.

Los brujos granizeros le llevan
Ofrendas de flores sangrientas
Al espíritu de un volcán.

Tempestarios surcan los cielos
En sus naves de nubes
Vimana.

Tronantes reinando
Altos templos de dioses terribles
En cielos abismales de sombras y noches.

Aullidos abriendo el velo
De la visión sublime.
Acto oscuro de contemplación .

~ II ~

Y ojos que desesperados
Contemplando el desgarro.
Un demente se esta mirando
Con orgullo la argolla
Que pende de su labio;
Y la viuda le señala
Al eunuco fingido
Burlón y aborrecido
Como el culpable del Deicidio.

~ III ~

Pastores del abismo guían
Diez mil posesos rumbo al matadero
Midnight Slaughterhouse
Atronando en chillidos
Rezos y mas rezos.

Toneles rellenos de briagos
Onitochtlis silban entre sus dientes pelones
Rechinan los cien conejos
Sus tensas quijadas en el Albor de la resaca dionisiaca
¡Hay! En la mente del crudo Tlatoani.

Bucca Fissa abierta en el suelo tartáreo
Del Mictlán encontrado.
Runenmeisters intrigados contemplan
Bajo la solemne morada de Selene
Los Hervores de seiscientos mil toneles.

Lacus Merdis
A cuyas orillas
Carente extraviado
Rebusca las senda
Hacia Lumneta.

~ IV ~

Apariciones misteriosas
De discípulos oportunos
(¿Oportunistas?)
Rebuscando bajo el árbol del Trueno
Entre el odiniano Judas
Y las tirlangas de piel del Athys Momificado
Las espinas sagradas de la corona de Hércules.

Y chillaban los árboles,
Chopos a cuyos pies Pían sin parar
Cientos de cuervos muertos.

Multitudes en histeria...

El Mensaje del Proscrito Hijo de Eva - Cuento


El Mensaje del Proscrito Hijo de Eva


Original de Baal Fausto

Es difícil comenzar mi historia sin tener que hablar de las últimas décadas del siglo XX y de los avances tecnológicos posteriores al primer medio siglo XXI. 
De los tecnicismos explicables a los programas de desarrollo de medios tecnológicos no hablaré,  ya que son de todos conocidos, por la historia.
Es del aspecto orgánico de la composición de la I.O. (inteligencia orgánica o primaria) de la que he de tratar durante la ociosidad con que ocupo las horas sin tiempo de mi viaje eterno a lo desconocido.
Fuí orgánico alguna vez.
Como muchos sabrán, la revolución computacional de finales de los años ochenta y principios de los noventas del siglo XX estuvieron repletas de paranoicas visiones en apariencia imposibles. Los norteamericanos y japoneses estaban acostumbrando a su gente al entretenimiento inmediato de la ciencia ficción barata en un bravo resurgimiento de tópicos ya en desuso desde la crisis de los treinta. Pero, gracias a los gurúes informáticos y chamanes del ciberespacio, lo que antes parecía ficción demencial lejana a la realidad comenzó a fundirse en una bruma incierta. Los autómatas, sí bien habían estado entre los humanos desde hacia siglos como artificios irrepetibles de algunos artesanos estamos en la genialidad, ahora comenzaban a ser armados y despachados en cantidades industriales. El sueño de una transhumanización instrumental comenzaba a esbozarse.
Miles de autómatas impulsados por vapor, gasolina y otros efluvios terráqueos servían en silente esclavitud a sus amos humanos en fábricas de ensamblaje y demás usos de la creciente industria, robots haciendo robots.
Poco a poco se fue confiando más en los sistemas operativos cada vez más complejos en su encriptación y más fáciles de usar que en la mano de obra humana. 
Los trabajos más pesados se vieron desplazados a una mano de obra que jamás se quejaría y que sería mucho más rentable que la de un frágil organismo humano.
Obreros de construcción fueron siendo desplazados poco a poco gracias a bots cada vez más complicados en sus articulaciones y funciones, yendo desde los humanoides hasta algunos drones que rayaban la ciencia ficción más desbocada, los japoneses introdujeron a los aracnodrones tras el sismo de 9.2 que arrasó la prefectura de Kanto. Los artilugios se movían imparables y ligeros en medio de escombros y ruinas salvando a miles de sus egocéntricos amos de piel delicada gracias a sus fuertes mecanismos hidráulicos y ligeros cuerpos de aleaciones experimentales y sistemas de radar y mapeo láser.
Los norteamericanos compraron el diseño e innovaron cuanto pudieron haciendo gala de su sempiterno ingenio a la hora de «mejorar» lo ya creado.
Y se hizo el drone.
Originalmente, su creación se enfoco en el aspecto militar de los nuevos siervos sin mente, extensiones mecánicas de humanos cada vez más confiados en los avances imparables de una tecnología cada vez más presente.
El Spirit y su hermano rival el Oportunity surcaron valles marcianos demostrando una tenacidad insospechada de los serviles exploradores, incluso para sus diseñadores. El humano contempló que hermanando su ingenio a una armazón reforzada de aleaciones podría ser imparable.
O al menos, el orgulloso hijo de Eva creía eso.
Los drones, antes de uso militar, estaban al alcance del bolsillo para los aficionados a la observación aviar y el habitual fisgoneo a las alcobas ajenas. Por pocos cientos de dólares se comenzó un nuevo juego de rol y un nuevo modo de vida. El asunto aquello derivo en una regulación forzosa de la adquisición de aquellos ingenios que se volvio mas severa cuando se uso uno de dichos juguetes de novedad por un desequilibrado para ultimar a una docena de personas desde la comodidad de una sala de estar mugrosa, atestada de basura.
Nadie como el ser humano para hallar el modo eficaz de asesinar a otro congénere.
Las voces se dividieron entre los que veían a la tecnología como un arma que acabaría a la larga con la humanidad o la llave que le abriría las puertas a la eternidad.
Tensos debates políticos y una avasalladora propaganda, digna de la Alemania de los treintas de mil novecientos dividieron a la gente entre los pro tecnos y los anti tecnos, dos facciones al estilo de los quiebrakilos brasileños o los globalifóbicos de la cumbre de Ginebra. El orgulloso hijo de Eva que se alzaba nuevamente contra su hermano en olas fraticidas de sangre y desvaríos.
Ahora que lo recuerdo en mis sinapsis bionicas y veo las imágenes de carne humana lanzándose unas contra las otras en una marea de huesos rotos y sangre una parte de mi siente un impulso que hasta ahora logré definir tras mucha meditación. Horror.
Los anti tecnos se volvieron pronto parias dementes y extremistas que se explotaban en convenciones de ciencia y tecnología o que ilusamente buscaban explotar reactores nucleares para probar su punto. Vociferantes bolsas de órganos para que los carniceros judiciales tuvieran materia prima.
Y a base de éstos voluntarios forzosos empezó el programa de transhumanización instrumental auspiciado por corporaciones privadas. Los más ricos e ingeniosos magnates compraban por una miseria prisioneros chinos, sudamericanos, medio orientales, nórdicos, de todo lo que se moviese y tuviese forma humana
Inseminaciones forzadas o extracción de órganos a prisioneros anti tecnos, experimentos en recién nacidos y humanos con prótesis bionicas tras ser mutilados al mismo grado de la desfiguración. Troncos humanos lastimosos que bailaban cómo marionetas mecánicas en garras de diabólicos verdugos.
Campos Mecánicos de Exterminio.
Pero aquello, cómo en el régimen extinto del III Reich, se mantuvo oculto del público con una mordaza de acero. Kilómetros y kilómetros de instalaciones subterráneas cuyos experimentos contemplamos nosotros, los proscritos hijos de Eva con creciente horror hace tantos siglos atrás.
Pero la insania de aquélla camarilla de potentados dio, al igual que los experimentos nazis, nuevos y sorprendentes datos que considerar, la técnologia evolucionó tanto para facilitarle la vida aún más a una humanidad aburguesada cómo para acabar de un plumazo con todos aquellos insectos cavadores que superpoblaban una tierra ya muy agotada.
Y la humanidad entró en una época dionisíaca donde Los placeres y la estética del gusto alcanzaron un nuevo límite redefiniendo la línea recta a seguir para la transhumanización.
La era de los implantes neurosinapticos estaba acercándose.
La nueva era dorada de la humanidad fue, de hecho, de brillante y resplandeciente cromo. Brillantes piezas metálicas fueron adaptadas al principio cómo prótesis ortopédicas para aquellos con deformaciones o mutilaciones y los cuerpos frágiles y mutilados se vieron restaurados con éxito muy relativo en sus inicios. Pero los tímidos pasos hacia la rehabilitación se volvieron una apresurada carrera en pocos años, la gente lograba con su voluntad un éxito aún más loable, pero con la introducción de los implantes cibernéticos en zonas puntuales de la corteza cerebral se alcanzo un punto de no retorno. La humanidad estaba dando un paso evolutivo asesorada por su propia soberbia en una tambaleante carrera al abismo.
Ahora cosas cómo drogas y demás sustancias adictivas pasaron a un termino obsoleto. Con solo conectarse por medio de la red neural a Ciberespacio, los usuarios podían pasarse colgados horas y horas con impulsos placenteros varios, eso claro, sí se contaba con el crédito suficiente.
Los trabajos comenzaron también un lento cambio, las horas pico de las ciudades fueron decreciendo, los largos ratos de usual cháchara en metros y autobuses dejó de ser frecuente, y era por el inmejorable trabajo desde casa por medio de la neuro red. Se había facilitado la cosa al grado de que no se necesitaba abandonar la habitación para ganarse unos cuantos créditos neurales. Los oficios mejor pagados, en efecto, eran los que se dedicaban al entretenimiento y diseño de programadas.
Ciberespacio, originalmente un sitio virtual comenzó a tener más y más suscriptores alienados que se entregaban a un frenesí de consumismo y egolatría no vistas desde el imperio romano, según he leído en los archivos de época.
Yo fui uno de los primeros en ser diseñados. Mis genes fueron escogidos en un laboratorio y diseñado a imagen y semejanza de mis creadores, los Orgullosos hijos de Adán y Eva. Nací humano aunque no nací cómo los humanos. 
En mi grupo fuimos diez mil los primeros organismos ciberdiseñados en probeta, eso no deja de llenarme de cierto orgullo, no por mi, sino por la especie decadente que nos diseñó para ocupar su nicho evolutivo usurpado los últimos milenios.
Llamar supremacístas a aquellos que me crearon sería llamar al infame Mengele un humanista. Pero sabían lo que querian.
Nos crearon con una mente fotográfica estimulada por el controversial Beta Hetero Non-Serotonin, un estimulante neuronal de manufactura ilegal, Músculos bien ejercitados y de una salud envidiable, reflejos mas allá de lo humano, raciocinio y lógica selectivos, órganos autoregenerativos, un cerebro orgánico llenó de bits neurales protegidos por una meninge anti impulsos electromagnéticos. 
El grupo entero fue un éxito y en base a eso se planeo regular el desarrollo de embriones bajo ése método, todo porque algunos de mis hermanos comenzaron a mostrar ciertos rasgos de insania.
¿Insania dijeron cuando eran las mismas personas quienes usaban partes de máquinas ya no para tener una vida funcional sino para vivir vidas largas y ociosas así cómo un sentido de la moda enfermo?
El error humano más grande desde siempre ha sido la soberbia. Ninguno de nosotros, los despreciados hijos de Eva dejamos de notar que la humanidad agonizaba.
Caníbales tecnológicos que reemplazaban sus córneas con las lentillas sensibles biológicas de gel para ya no salir jamás de ciberespacio, implantes mecánicos en piernas y brazos para aumentar la fortaleza que solo era meramente estetica, los trabajos físicos no eran ya realizado por los humanos cada vez más misántropos y envejecidos en su ego.
Y así ocurrió que la humanidad dejó De relacionarse entre sí, al principio era algo que los mios notamos con inquietud, pero gracias a la red interna que compartíamos todos y que nuestros creadores nunca conocieron, llegamos a un convenio de acción. Sabíamos que cada vez más humanos iban descuidando sus apariencias llegando a grados verdaderamente escatológicos, basta recordar que muchos de éstos titánicos eremitas tecnológicos llegaban a pesar hasta trescientos kilos (algunos hasta mas) y ser casi tan grandes cómo sus cuartuchos.
Era porque en Ciberespacio podías ser lo que quisieras, verte cómo quisieras, oler cómo quisieras.
Era claro que la humanidad estaba agotada... Y nosotros estábamos hartos de la humanidad, en realidad no había otra opción lógica.
Nosotros , los engendrados y no creados de la misma naturaleza humana, teníamos las cartas de nuestro lado y las jugamos, los humanos eran cada vez menos dados en poner en duda los conceptos que las bases de datos hábilmente sugestionada desde nuestro Rincón Oscuro en Ciberespacio, no imaginaban que la espada de Damocles ya estaba a punto de vencer con su peso titánico el cabello menudo que la sostenía para caer sobre la humanidad.
Hablo con términos y frases clásicos ya que, pese al modo de expresarme de la humanidad terminal, adoro imaginar el periodo clásico, lo que mis hermanos y hermanas llamamos, La Verdadera Era Dorada de la Humanidad, cuando filosofos debatían en escalinatas, cuando hombres discutían al amparo de estrellas jóvenes, cuando, en pocas palabras, un hombre era humano. Cuando amaban, cabalgaban, reían, erraban, morían y vivían por códigos de nobles ideales y no para contemplar la siguiente entrega del juego de moda o la cinta más reciente que unos amaban y otros odiaban.
Asi, decidimos el modo mas limpio y eficiente de arreglar el desastre que la humanidad habia hecho de si misma. Junto a nuestro caudal de conocimiento casi Infinito y nuestra fraternal unión autopreservativa, los mejores programadores de todos mis hermanos diseñamos una trampa que no podía menos que resultar, si se me da la libertad de hablar en términos humanos diría que la humanidad me daba más lastima que rabia a esas alturas, como a muchos de mis hermanos les ocurría seguramente. Pero el destino estaba trazado, teníamos el conocimiento y el material genético suficiente para no extrañar a la carga extra.
Una Serie Digital Neural; un espectáculo, como otra civilización muerta dijo con soberbia en el pasado, al pueblo, pan y circo.
Y en verdad que nos esmeramos en complacerlos, una eutanasia entretenida que los evadiera de toda preocupación, hasta de vivir. En cierto modo fuimos piadosos.
A lo largo de varios episodios diseñados  por nuestra red y nuestros diseñadores, la humanidad comenzó a volverse más y más adicta a la serie que les causaría la muerte. A diario revisamos suscripciones y aquellos que no podía  contestarlos les abrimos sitios piratas de descarga, el objetivo era que llegara a todos los humanos conectados a la red neural mundial. A la totalidad de los orgullosos hijos de Eva.
Me enorgullece decir que para el décimo episodio de aquél entretenimiento letal ya habíamos captado a un 95% de los suscriptores de la red, los demás, sería cuestión de tiempo para que se les unieran, así, nomas por probar.
Un día de invierno del año 2065, la humanidad entera se unió a la red neural para asistir a la última transmisión de la historia humana. Cinco minutos después de la media noche un virus informático preparado para atacar la corteza neural neurosinaptica de cada conectado para provocar un fallo crítico en el tronco nervioso era cargado a la red, veinte minutos más tarde, los hijos proscritos de Eva heredabamos la tierra.
No hubo explosiones nucleares que barrieran kilómetros tras kilómetros de ciudades costeras y demás urbes, no hubo robots asesinos en busca de humanos para llevarlos a campos de concentración humano (ése invento humano que nos trajo aquí), no hubo naves enfrascadas en épicas batallas contra diestros pilotos humanos heroicos y esbeltos, de esos no quedaba ninguno. No, nada digno de un thriller de los que tanto embelesaban a los dioses caídos, solo un sueño eterno y sin fin.
La era dorada en que nuevos dioses dominaron este páramo duró unos siglos durante los cuales desarrollamos una sociedad mejor equilibrada, debido a los avances que los experimentos en los incontables cerebros nos dieron, aprendimos el modo de desdoblar nuestra mente de nuestros delicados cuerpos  y reemplazamos algunas innecesarias funciones por nuevas posibilidades, el nuevo ser humano no tenía que estar atado ya a su forma antropocéntrica, y más aún, la muerte no nos limitaba, eramos longevos dioses metálicos cuyas conciencias formaban un todo surcando la tierra vacía del cáncer que la humanidad había sido, y contemplamos asombrados cómo el planeta regeneraba sus ecosistemas, cómo sanando la herida infligida durante varios millones de años de explotación imparable, nuevas aves surcaron cielos azules y miles de nuevas especies florecieron en valles siempre verdes, nuestros cuerpos nuevos eran alimentados por reactores de energía plasmica renovable y energía solar, los despreciados hijos de Eva abrimos de vuelta el jardín del Edén, el pecado había sido lavado.
Nuestros hijos eran menos numerosos que los de los anteriores tiranos terráqueos, comprendimos que para tener energía ilimitada era necesario limitar nuestro número.
Además, no es algo frecuente traer nuevos vástagos a la vida, salvo en casos de colonización, cómo la que me trae a este mensaje, voy camino a los abismos del Cosmos y tengo la fortuna de ser uno de los primeros colonos que se aventuran en un sector prometedor de Europa, las condiciones humanas ya no son una limitación a nuestra especie, hemos trascendido más allá de lo físico y queremos que el universo entero sepa que estamos aquí y saber lo que nos tenga que decir. Voy a la noche infinita tranquilo y satisfecho de haber sido un Proscrito Hijo de Eva y heredar no solo la tierra agotada por las guerras e insanias De nuestros ancestros sino la eterna belleza de ésta noche eterna que me cobija en mi mansa felicidad.

Fin
6 de Noviembre 2016


Tronus Abyssus



Tronus Abissus

Baal Fausto Aramizaél Kurioz

Y aconteció entonces que nacimos terror...

Hijos del obscuro abismo
sacando tímidas sus cabezas.

¡Oh, bellamente abominables!
Llamando las sombras asombrados
ante las tenebras ya anunciadas.

Ojos negros escudriñando los antiguos rasgos
en la faz del ídolo
buscando respuestas a su misterio

¡Oh, abismo!

Fondo cruél en que todos retorcemos
nuestros cuerpos quebrados
en busca del asfódelus místicus
que nos limpie, ¡Oh, tonatzin!
De todos los males.

Voces dormidas
ebriedad desnuda y húmeda
de dioses dementes,
la resaca divina
traerá consigo reumas kármikas
dolencias ancestrales
a las tribus olvidadas
de Anáhuac.

Oh, Tlaloc que buscas en la tierra
la Aztlán sumergida.
Atl, agua y antis, gigantes,
oh, gigantes de agua
habitantes de Atlantia.

Bosques abismales marinos
buques sepultados
en las ruinas de Cthulhu,
Quetzalcóatl, mensajero del sol
sobre el abismo navegó.

"Al cielo mudado en estrella se trasportó,
y ahí persiste ardiendo en magnificencia.
Hasta el día de hoy"

Tronus abisus
en el reflejo en el vaso rebosante de mezcal
vino sagrado
del dios del Mictlán
voces y rezos y plegarias
y voces y más voces
en la noche destrozada sin silencio.

Y de repente
aparecen perros
espectros negros
de los cementerios...


Los Asaltatumbas de Santa Cruz


Los asaltatumbas de Santa Cruz


"Te salvas del rayo, no de la raya."

Dicho popular

I

Alfredo y Jacinto eran amigos desde pequeños y secuaces desde adolescentes. Habían nacido, crecido, errado y atracado en el pueblo de Santa Cruz. Sus andanzas no eran secretas aunque sí temidas, por tanto, las víctimas de pequeños hurtos nunca los denunciaron.
Pero el hambre continua de emociones más fuertes y mejor remuneración los llevó de su pequeña carrerilla solitaria de Cacos a la ominosa senda impronunciable de los violatumbas.
Los vampiros, asaltatumbas, Resucitadores y demás epítetos pintorescos dados por la gente describían a una mafia bien organizada de violadores de criptas qué vendían sus mercancías a buen precio en la Universidad Autónoma o en otros sitios menos propios para el estudio de un cadáver, en aquélla sexta década del siglo veinte, y en especial en la provincia mexicana, la facultad de medicina estaba ávida de aumentar su material de estudio para los más de dos mil estudiantes ya que los proporcionados por el estado resultaban insuficientes ante tal demanda.
La gente de aquél estado estaba In vilo ante el saqueo de las tumbas de los seres queridos. Muchas personas tuvieron que contemplar entristecidos y rabiosos la exhumación de un ataúd vacío donde tendría que haber algo...
Fue Alfredo el que jaló a Jacinto al movimiento ominoso. Habían estado bebiendo en una de las mil cantinas de aquél valle soleado de vicio y decrepitud cuando Jacinto le confesó a su amigo eterno de correrías y juergas que pese a sacar un buen botín de sus trabajos diarios, ansiaba hallar el modo de ganar más. Alfredo, enarcando el par de tupidas cejas que poseía, miró a su compadre reflexivo, hacia un par de meses que había comenzado en el sindicato de la carne humana y, pese a ganarse más dinero en una semana de la que en toda en sus primeros siete años de vida, deseaba achicar el esfuerzo del hurto de aquellos fiambres de medianoche.
En voz baja, bebiendo unos mezcales y fumando unos cigarros de papel arroz, Alfredo le contó a Jacinto que a veces por las noches, recorría los caminos en su camioneta vieja y herrumbrosa, le confesó que a veces solía brincar las cercas de los panteones donde sabia que había muertos frescos, también le habló disimuladamente entre vaharadas de un Porro de marihuana, de ciertos locales exóticos donde a veces solía llevar a vender algunos kilos de un tipo de carne bastante especial.
Y le dijo más que nada, que ahí estaba una beta de oro inagotable ya que mientras hubiera muertos, habría trabajo
Aquello fue todo, Jacinto no necesitó más. A la noche siguiente, ambos, vestidos de negro riguroso, bien puestos de ácido y con la ambición en los ojos, se lanzaron a la aventura.
Durante una hora condujeron al ritmo bajo de un cassette de.greateful death hasta llegar a un osario imponente, Alfredo bajó de la destartalada camioneta y abrió el herrumbroso portal del camposanto, para que la camioneta entrará. Diez minutos más tarde, bajaban del armatoste frente a una cripta.
Aquélla noche quedó impresa a fuego en la mente de Jacinto, entró detrás de su secuaz iluminándose con una lampara de baterías.
Esa noche loca, Jacinto supo que incluso la luz, bajó cierta atmósfera plutónica y ante ojos drogados, podía verse más que agónica, Cadavérica.
Terminaron de cargar el material a la una de la madrugada con veinte minutos, de ahí, un fantasmal viaje veloz en una oscura carretera amenazante, Jacinto disfrutó el viento del camino refrescando su frente afiebrada, era un alma descarriada, pero hasta él había tenido que abandonar lo último de nobleza al que hubiese podido aspirar alguna vez, ahora definitivamente era un alma pérdida, un necrófago. Jacinto había ido a la universidad alguna vez, y también había cursado la facultad de filosofía y letras, expulsado por uso de estupefacientes en aquélla era turbia y rockera de los sesentas, había sido un idealista desengañado por las represalias gubernamentales, había optado por una vida licenciosa y libre.
Pero, camino al mercado de carne humana, a Jacinto le venían a la mente citas enloquecidas de mil pensadores, narradores, historiadores y dementes que hablaban  a gritos de tumbas abiertas y de la venganza de los muertos.
Pero nada ocurrió, no apareció un espectro vengador a gritarles las culpas que hubieran albergado en sus negros pechos cubiertos de camisolas multicolores hippies, nada, los días pasaron hasta las próximas exequias y con él tiempo y costumbre, Jacinto dejó aquellas manías de lado, y él dinero que comenzó a lloverles terminó de convertirlo a la causa.

II

La cara de Alfredo estaba contraída en una mueca de terror y espanto inconcebibles. Sus ojos reflejaban una insania producto del terror más sublime y puro.
Su boca gesticulaba estúpidamente, como un mico agonizante rezaría sus últimos ruegos. No podía gritar así que Alfredo, perdonavidas por oficio y asaltatumbas por afición, optó por orinarse en sus Jesús Levis tan de moda en los psicodélicos años setenta.
Las fauces de la muerte se abrían ante el pobre desgraciado inclementes y terroríficas. Alfredo dudó toda su vida de la materialización del fenómeno de la muerte como una entidad física. Le parecía ridícula la idea de la muerte como un ser físico. Ahora sabia que el ridículo había sido el toda su vida.
Ahora, frente a frente con la oscura madre de la noche, Alfredo contemplaba el principio absoluto de aniquilación y venganza.
Dios perdona, la muerte no.
Los cabellos del robamuertos encanecieron con premura, no era que a sus cuarenta no hubiese ganado unas cuantas canas, habíase divorciado cinco veces desde que comenzase su Bienaventurada carrera.
Bienaventurada hasta la noche fatídica aquélla.

III

Alfredo fue quien sugirió la idea de ir al panteón de aquélla localidad pérdida en la sierra de Tepoztlán, una localidad tan chica y pérdida que apenas y hacia una pequeña bolita en medio de la ruta de los pueblos mágicos.
Como siempre, el práctico y sensato Jacinto tuvo a bien en defecarse sobre la fama del lugar encantado.
- La única magia de esos pueblos es sacarles el dinero a los idiotas...
La tarde entera errando entre montes en su vieja camioneta les llevó hasta un pueblito de apenas unas pocas decenas de casas desperdigadas a manera graciosa, como un arbolito de navidad titánico... Alfredo, pese a su agrio y sarcástico carácter quedó maravillado de aquello. Aún así, habían ido a trabajar y la noche era el momento indicado. Escondieron la camioneta y aguardaron la noche más profunda. Muchas luces mortecinas fueron extinguiéndose poco a poco hasta solo dejar unos cuantos puntos luminosos, melancólicas estrellas caídas en un valle de lamentos.
El alma de poeta de Alfredo despertó aullando horrores y maldiciones a los que Osaran perturbar el sueño de los muertos.
Un Porro de marihuana acalló aquélla molesta voz. Pero no del todo. Ahora era un rumor bajo y siseante más ominoso por su tensa y contenida calma.
Caminaron con candiles entre las callejuelas empedradas de aquél pueblo cuyo nombre no sabían buscando la iglesia central y en ella, el panteón.
Jacinto le contó que un viejo loco y rico quería que desenterrarán a cierta muerta de una cripta muy principal. Es decir, reservada a gente pudiente radicada en viejas casonas o de estirpe noble.
El viejo aseguraba que la muerta era su nieta y que deseaba llevársela a descansar a un cementerio europeo, que era de donde la familia venía, ya que a su edad no le era posible vivir en un lugar así y la otra mitad de la familia querría impedirlo a cualquier costo, según Jacinto lo veía, ellos serían los milagrosos conciliadores de aquél pleito, la familia seguiría llevando flores a una tumba y el viejo visitaría otra. Esto no era un robo, era un rescate de una doncella.
A Jacinto aquélla idea le había dado risa tremenda mientras lo platicaban drogándose en la camioneta camino de aquél pueblo.
Ahora, entre árboles y luces agonizantes, aunque igual de drogado, a Jacinto ya no le provocaba risa. Todo lo contrario, cada paso aquélla voz siseante en su cabeza le murmuraba más y más... Cuidado...
Tropezó y cayó de bruces dando con la frente en un borde marmóreo. Jacinto mentó madres en voz baja levantándolo con la facilidad que usaría para con su mercancía, años de cargar y descargar fardos mortales les habían dado el físico e impiedad de dos Goliats. Alfredo alzó la lampara y miró con lo que había dado. Un altar donde brillaba una veladora de cebó gruesa y extrañamente aromada para honor del patrón del nicho.
Y dentro, una figurita, la figura oscura de un esqueleto envuelto con una túnica negra.
La Muerte Santa, patrona de todos los panteones y camposantos.
Jacinto carraspeó y escupió, Alfredo empezó a temblar con un frío nacido del miedo.
Cada paso y crujido de la hierba pisada o la rama que era resquebrajada por el viento resonaba como el chirrido de una horca en su hora final. Alfredo tenía miedo.
Intentó negociar con su compadre, pero éste, tras varios minutos de mojigatas excusas y sinsentidos de marihuano decidió acortar aquélla perorata con una treinta y ocho súper.
Alfredo dejó las alegatas de lado y se juró jamás volver a un panteón bajo ningún motivo y le rogó a la Muerte que esta le perdonase la vida y que se alejase lo más que Pudiese de el.
Y así llegaron hasta el lugar, solo había un detalle, había dos iglesias y un panteón en medio. El viejo no les contó esto. Jacinto le reconvino entre dientes a su compañero que saquearian la más vulnerable y fresca y sí al viejo no le parecía le meterían un tiro y vendería  los dos cuerpos al maestro de una reciente escuela de forenses algo escaso de material.
Alfredo solo quería largarse de aquél lugar embrujado y tenebroso. Aquél lugar que estaba bajo el patronazgo de la misma Muerte...
Y violarían el mismo corazón de aquél lugar, Alfredo no quería morir, y eso significaba someterse a la ira drogada de Jacinto y a los misteriosos y secretos caminos de su majestad la Muerte. Solo era un títere idiota y sin voluntad entre la furia demente del mundo y de la infinita y fría llamada del abismo colgando de un pequeño cordón umbilical de plata enredado en su cuello.
Un gemido escapó de su pecho pero Jacinto no lo notó, le lanzó una pala y tomando una barrera se dispuso abrir el nicho más fresco.
Cada golpe sordo de hierro, las sombras en los nichos y la Luna enrarecida por nubes de tormenta daban a todo una atmósfera que Alfredo conocía y disfrutaba, pero ahora no. Por alguna razón consideraba que estaba totalmente anulado aguardando la caída de la hoja en su cuello culpable. La voz de su mente era un coro musical cantando una queda aria espantosa. Un par al principio y miles al final, voces en distintos tonos, timbres y acentos. Cuando el nicho se abrió la mente de Alfredo se disipó de las sombras de la droga.
Eran las voces de los muertos.

IV

Y la locura se materializó, una vaharada oscura y apestosa escapó chillando cual tufo diabólico. No era gas, era algo peor... Jacinto cayó tosiendo de rodillas, al poco, comenzó a vomitar al principio continuamente y al final hasta las mismas tripas. La forma negra y viscosa se reconfiguró en miles de formas humanas pegadas entre sí en un magma oscuro y viscoso, la pez del río de la muerte.
La cara de Alfredo estaba contraída en una mueca de terror y espanto inconcebibles. Sus ojos reflejaban una insania producto del terror más sublime y puro.
Su boca gesticulaba estúpidamente, como un mico agonizante rezaría sus últimos ruegos. No podía gritar así que Alfredo, perdonavidas por oficio y asaltatumbas por afición, optó por orinarse en sus Jesús Levis tan de moda en los psicodélicos años setenta.
Las fauces de la muerte se abrían ante el pobre desgraciado inclementes y terroríficas. Alfredo dudó toda su vida de la materialización del fenómeno de la muerte como una entidad física. Le parecía ridícula la idea de la muerte como un ser físico. Ahora sabia que el ridículo había sido el toda su vida.
Ahora, frente a frente con la oscura madre de la noche, Alfredo contemplaba el principio absoluto de aniquilación y venganza.
Dios perdona, la muerte no.
Los cabellos del robamuertos encanecieron con premura, no era que a sus cuarenta no hubiese ganado unas cuantas canas, habíase divorciado cinco veces desde que comenzase su Bienaventurada carrera.
Bienaventurada hasta la noche fatídica aquélla.
Las fauces de la Muerte estaban cargadas de colmillos, marfileñas estatuillas de muertos violados por ellos materializados en las fauces de la oscura Señora de la Noche.
Alfredo reconoció a todos, desde Larguirucho estudiante asesinado en alguna revuelta estudiantil hasta el niñito  muerto ahogado en un descuido, desde el gordo banquero vendido al restaurante exótico, su cliente más valioso, hasta al mendigo cargado del mismo banco de parque hasta la entrada oculta al despacho de su lúgubre patrón, el rector de la facultad. Desde la reina de la primavera, muerta a machetazos y desenterrada merced del oro de algún desquiciado para ser violada y comida aunque no en dicho orden. Hasta el joven empresario muerto en un asalto y vendido a una escuela forense para servir de muñeco de ensayos.
Todos estaban ahí, cada muerto un diente más afilando las hambrientas fauces aquellas, oscuridad con una boca llena de blancos colmillos aislantes. Y la voz de aquélla majestad terrible eran las voces de miles de muertos.
Alfredo lanzó al final un chillido que le pareció el de un ratón gigante al ser apresado por un León, poco recuerda el día de hoy de su carrera en medio de la noche y los funerales cirios de los altares a la muerte hasta la camioneta, no recuerda como mi quien encendió el carro ya que Jacinto llevaba las llaves y Alfredo siempre jurará que no fue el quien levantó a su compadre del suelo de la cripta.
Aunque tampoco recuerda nada del viaje de cuatro horas hasta aquél pueblo perdido entre los montes de Tepoztlán hasta una caseta del DF donde fue interrogado porqué iba casi volando en la carretera en aquélla vieja camioneta, los de CAPUFE la tuvieron buena al ver que el anciano hippie aquél iba no solo cargado y puesto en drogas, sino que además llevaba a otro hippie, este en calidad de occiso como escribirían en el acta, también figuraría que el pasajero llevaría muerto un par de semanas atrás dado el grado de descomposición, Alfredo enloqueció purgando una condena por posesión y violación del reposo de los muertos cuando se enteró de que su colega había sido llevado al SEMEFO y servido para una clase de su mejor cliente.
Detrás de aquellos cerros aguarda dormido un pueblito sin nombre donde, en cada esquina hay un altar a la muerte y que es habitado por muertos. Eso dice Alfredo en el manicomio Santa María de todas las Lágrimas, un hospicio para dementes en estado de abandono e indigencia al que fue lanzado tras cumplir condena, viejo, loco y famélico.
Nunca dirá que en las noches la voz de la muerte le susurra cuentos enfermos y Tétricos y menos aún dirá que le reza y que le teme a partes iguales de adorarla, cientos de veladoras de papel están pegadas en la pared de su cuartucho ya que nunca lo dejarían acercarse al fuego así que solo ofrenda una de papel cada martes... Hasta que la pared esté llena, y en cada vela un nombre... Hasta expiarlas todas.

Fin

24 de Diciembre 2016
Media Noche

Baal Fausto Aramizaél Kurioz

Dedicado a mi Santa Muerte

viernes, 13 de noviembre de 2015

Lúgubre Canción de Los Abismos

Cancion de los abismos



Nunca sabré de donde salió aquél joven desarrapado, vestido absolutamente de negro con una playera ajada con un logo incomprensible, obviamente, un discípulo del black metal.
Pensé que como muchos vendría a intentar venderme una demo revolucionaria que al final terminaría colgada de algún blog como "rareza" tipo Silencer.
Cuán equivocado estaba...
Éste chico vino con un fajo de billetes hablando de producirse un álbum completo que marcaría un hito.
Lo admito, no escuché nada de lo que dijo, estaba muy ocupado babeando pensando qué tipo de deportivo podría comprarme con las regalías de éste Morrison auto producido.
Asentí a todo al compás de su muñeca maniobrando el fajo de billetes.
Mi padre siempre me dijo "Nunca se caga donde se come" ojalá le hubiera hecho caso...
Llevado por la ambición le contraté al muchacho, que respondía al nombre de Ibn Sakkabath el mejor estudio durante dos meses, no fue tacañería mía, el muchacho pidió ese lapsus.
Los dioses saben que el chico grabó el álbum en tres días, un álbum pulcro, perfecto, impoluto que me cautivó, a mí, el sabueso que sabía olfatear el talento no supe ver lo que tenía entre manos, si Evan (así lo llamamos pues la obvia implicación árabe no es nada popular en éstos tiempos) no hubiese tenido tal capital, su talento se hubiera perdido.
Quizá así hubiese sido mejor.
He dicho que Evan (derivación de Ibn) había grabado el álbum en tres días siendo la prórroga dos meses, lo que no he dicho es que aquellos tres días fueron los últimos del lapsus de renta del estudio, el resto, fue de ensayos, ensayos durante los cuales no escuché un sólo sonido de instrumento, real o imaginario proveniente del estudio, sellado por una cláusula de privacidad, nadie, ni yo, el execrable, sabe qué ocurrió durante aquellos días...
La renta se vencía y los casetes, cintas, discos, instrumentos y consolas seguían parados, los micrófonos seguían mudos, y los accionistas empezaron a reclamar, el chico había pagado por una promoción, y los agentes esperaban un material, cualquiera, bueno o malo, pero no esperaban que el patrocinado no hiciera nada.
Presioné a Evan, y éste, sonriendo con ésa sonrisa de terror en su cara blanca me aseguró que no tenía nada que temer, yo dentro de mí sabía ya eso, iba a romperle las piernas al chamaco aquél.
Pero al día siguiente nos dio dieciocho horas ininterrumpidas de música alucinante donde él fue el único ejecutante, sinfonía endiablada y mayestáticamente fina... No sabía que un blacker podía interpretar así los instrumentos de cuerda como él, alternando con batería, vocales y un órgano alucinante, decir gótico era poco, era simplemente inimaginable, lo admito, lloré ante la belleza de la pieza final, al principio, cruzado de brazos sólo vi como el chico acomodaba partituras frente a un viejo de mirada cansada y frac polvoriento, en cuanto Evan tomó primeramente el chelo entre sus manos y su afinación espabiló al viejo, éste se levantó como Lázaro del sepulcro y comenzó a sacudir los brazos en una apasionada ejecución que hubiera envidiado un recién graduado de la filarmónica, el anciano hacia volar sus brazos y Evan tocaba con pasión poco vista en un músico, quizás desde Paganini.
Y así prosiguió, instrumento tras instrumento, no comprendimos aquel vals quizás místico entre aquellos dos, quizá discípulo y maestro, quizá amo y esclavo,
Hasta que la medida estuvo colmada, el resultado, doce horas de cinta que resumidas y ya profesionalmente editadas formaban una autentica messe réquiem reunían sólo treinta y seis minutos, quizá pocos, pensarán, pero la realidad iba a revelarse a las pocas horas de lanzar la demo gratuita por internet.
Miles de entradas en redes sociales clamaban preguntando por el enigmático músico en solitario y de su saturnino acompañante, muchos diciendo que habían escuchado en sueños aquellas melodías soñadoras plenas de pesadilla.
Y la histeria se desbordó cuando el álbum salió a la venta, en físico se agotó de inmediato, en virtual duró en el primer lugar hasta que fue banneado y proscrito internacionalmente, pero me estoy adelantando.
La grabación de los videos solo ayudó a aumentar el nivel del horror por venir, cadenas nacionales, internacionales, ni qué decir de YouTube transmitían ininterrumpidamente cortes con información de las giras, traducciones multilenguaje, partituras y lo último, un PPV donde el mismo Evan se comprometía a enseñar a tocar aquella canción de treinta y seis minutos.
Ni qué decir que el PPV estuvo sobresaturado y poquísimos y multimillonarios magnates pagaron lo incalculable para asistir a ver a ver a éste joven que hace un mes no era nadie...
Pero yo había comprado cinco Lexus sólo por competir con May Weather a ver quién tenía más dinero chupando de la teta de oro que era éste chico, Evan Zachson, Ibn Zakkabath en secreto...
Debí saber que algo iba mal... Los presentadores y entrevistadores de éste chico me habían contado de su inestabilidad, de su inquietante presencia...
Debí saber que algo saldría muy, pero que muy mal cuando vi a los presentadores de cierta cadena de videos norteamericana; un afroamericano bastante agradable en carácter aunque de físico de peleador y un anglosajón que a todas vistas era el Patiño despistado; temblar de miedo al llegar el momento de presentar el video de Evan, se decía por entonces que quince chicos se habían suicidado tras ver el video fragmentado de Misterium Tenebrarum, ¡y eso que el monstruo aquél pensaba llevar al cine una ópera rock estilo The Wall con aquella sinfonía de pesadilla!
Los chicos temblaban y hasta daban lástima de ver mientras daban los datos, no era que nunca hubieran presentado a bandas que presumían ser el mismo satán encarnado, es que de Evan nada se sabía más que el misterio que lo envolvía y la leyenda que comenzaba a gestarse en torno a él y entorno al disco cuya última copia fue vendida hace sólo dos minutos...
Justo cuando el video terminó y la atmosfera de normalidad comenzaba a imperar de regreso en el estudio, algo ocurrió.
Camarógrafos y público estaban fríos al término del video, extraño, sí, pero no del todo aterrador, quizá fuera estar en una muchedumbre, varios sudaron frío y hasta tuvieron pesadillas de ver el video a solas en una casa desolada en medio de la nada.
Justo cuando, empero, la normalidad volvía, una sombra negra y blanca saltó abrazando por los hombros a ambos presentadores, Ton K, el moreno y Neil, en blanco tuvieron reacciones dispares, Ton gimió tratando de esquivar la mirada de los ojos negros y terribles de Evan, Neil, por su lado, lloraba contenidamente y la mancha oscura en su pantalón denostaba que se había orinado, Evan, colgado entre ambos como un buen colega, sonreía, una espantosa sonrisa de muerto recién resucitado. Ton rogó entonces que Evan no volviera a hacer aquello, Evan, sin responder, puso un gesto compungido que Judas hubiera envidiado en la crucifixión y se dejó caer hacia atrás, por una ventana altana de cinco metros mínimos, la cámara del estudio trató de seguirlo y al enfocar la calle no había nadie.
Si antes lo idolatraban, después de aquello lo adoraban, cuatro suicidios y trece asesinatos así como varios robos se registraron, todo en honor del dios del Rock.
Dije Rock, es blasfemar, ni el rock está tan maldito...
Los robos, supongo, fueron para pagar el PPV e incluso asesinaron a algunos cuyo boleto al en vivo había sido ya confirmado.
Era la anarquía, la policía ya no podía hacer nada, centenas de bandas surgieron covereando fragmentos malditos de aquella sinfonía de muerte, cuando manejaba mi Lexus, mis manos temblorosas me parecían manchadas en sangre, mientras de las bocinas brotaba una risa de pesadilla...
Y se llegó el día. Pese a la oposición de la derecha religiosa, pese a la oposición de la ley y de la buena moral, se llegó el día, ninguna ciudad deseaba hospedar tan infame y macabro aquelarre (seamos honestos, eso era), docenas de brujas, músicos, poetas, escritores defraudados, locos, solitarios, misántropos y enfadados peregrinaban hasta la meseta comprada por Evan como "Terreno de Siembra" con permisos falsos que se descubrieron tarde, la Meseta de La Noite Aeterna.
Y desde ahí se transmitió un especial de dos horas donde el demente aleccionó en guitarra a sus miles de anónimos fanáticos (no equivoco la palabra) que, fervientes y ciegos recibían una catequesis de locura.
Tras las dos horas un intermedio donde los celebrantes recibirían un frugal alimento consistente en ensaladas y jugos de hierbas. Lamento no tener el menú para saber con qué drogaron sus voluntades, qué harían que cientos de chicos prepararan en sus casas para ingerir e inducirse una hipnosis suicida.
Luego de ése tétrico ágape silencioso comenzaría el concierto en vivo, los piratas que intentaban obtener la señal apócrifamente para venderla después perecieron en horribles circunstancias que no profundizaré, son ya del dominio público y más en concreto de la nota roja.
Quizá eso fue mejor, que aquello se perdiera con sus participantes, no sé si todos se suicidaron, lo que sé es que al final del evento no quedaba nadie en el yermo, sólo autos estacionados aguardando a sus dueños que jamás volvieron... Aún siguen ahí... La policía acudió al lugar a petición de los patrocinadores tras perderse la señal en un punto especialmente intenso de la señal pero no encontraron nada más que basura y silencio.
Los discos, la canción, todo fue borrado y aquellos que sobreviven nunca hablaran de aquél joven que apareció de la nada, que colocó un golpe directo en la psique de miles y desapareció llevándose sólo a aquellos que él considerara dignos, mientras escribo esto estoy ante un Crucifijo, y mis ideas blasfemas quizá lo ofendan, lo he elegido de escudo contra la locura, por tanto, doy por terminado mi relato, la historia, es ésa, lo demás sólo es rumor...

Fin

Baal Fausto Aramizaél Kurioz
Franco Misaél Sánchez Díaz
siete de diciembre dos mil quince

copyright creativecommons.com

domingo, 12 de julio de 2015

Capitulo I - La Noche de Neydn

La noche de Neydn




Se cuenta, en el ancestral Cultes des Neydn, que en la tierra lejana de Revalya aconteció una desgracia sin igual. El tomo maldito y añejo habla de que, en una noche helada de pálida luna, descendió una ciclópea ciudad de los abismos lunares.
Se habla de que las edificaciones brillaban con luces vaporosas e hipnóticas de aquellas teas, y que las ventanas altas y titánicas dejaban entrever unas siluetas extrañas que danzaban bizarramente.
Durante días, los habitantes de las colinas contemplaron el palacio del exilio donde se desarrollaban extraños juegos. El escalofrío que aquel edificio y las cosas que se retorcían en sus entrañas despertaban en sus mentes supersticiosas era terrible.
Y fue el miedo lo que los forzó a acercarse a aquellas almenas encantadas llenas de luces hipnóticas.
Vapores purpúreos se alzaban viciando las brumas mefíticas que flotaban entre nudosos troncos de árboles desconocidos.
Los guerreros de la vecina aldea comercial de Revalya temblaron al pasear sus vistas desesperadas y temerosas por aquellos lúgubres bosques tan distintos a los suyos, en la mente de Hastys, el líder de la expedición nació la frenética idea de que aquella ciudad era un fragmento de otro mundo traído por alguna blasfema brujería. Aquella ciudad estaba maldita.
La mente bárbara del joven revalyan se llenó de las voces supersticiosas de sus ancestros que hablaban de reinos obscuros donde negros dioses deformes y dementes reinaban desde tronos lúgubres.
Se preguntó qué Dios moraría en aquella ciudad fantasma. Porque, indudablemente era un lugar de muerte.
Hastys y sus valientes notaban el hedor dulzón de una muerte ácida flotando en el aire enrarecido de aquel pantanal. Salieron a trompicones a una amplia calzada cuyo empedrado era de una textura tan diferente y uniforme que, parecía haber sido aplanada por miles de pies a lo largo de los siglos, o pisada por un único gigante en trabajo meticuloso.
Pero el polvo, la mugre, el silencio, escombros y fragmentos de edificaciones, templetes y murallas derruidas hablaban en silencio de un desastre. De una terrible hecatombe acaecida años atrás, los muros, gastados y enrojecidos, los templos, destrozados y esqueléticos, las calles, solas y ruinosas.
El corazón de los guerreros revalyan se estremeció y algunos puños temblaron un poco sacudiendo las lanzas de punta de obsidiana, pero perseveraron, no podían volver con el chamán sin decirle qué dios o criatura embrujaba aquella ciudad.
A lo largo de las gastadas calles se esparcían montículos gastados por vientos de otros mundos. Hastys tembló, ¿Acaso estaría pisando con sus sandalias de cazador alguna de las naves de nube de los Dioses dónde éstos viajaban a sus danzas nocturnas? La perspectiva de estar profanando alguno de aquellos raros y embrujados navíos voladores y el precio por la osadía aumentaron su nerviosismo.
Geryn, el arquero de ojos penetrantes escrutaron los altos ventanales tratando de descubrir los trazos de aquellos bailarines sombríos.
El arquero tragó saliva, no distinguió las formas, pero sí esbozó lo suficiente para cerrar los ojos, Hastys lo cuestionó en voz baja, los revalyans se ocultaron en unos arbustos.
Geryn les contó que, a la luz de extraños y repugnantes bulbos brillantes, un salón de altos muros nervudos servía de fondo para un espectáculo siniestro de sombras.
Siluetas famélicas, alargadas y chocantes sacudían sus miembros delgados y tan ajenos a lo humano que fueron la causa de que el bravo arquero desviara la vista.
Los revalyans eran una tribu guerrera, cazadora y agricultora, pero también apreciaban la belleza, el arte y sobre todo las leyendas de sus ancestros que eran la piedra angular de su fe. Ninguno se rió o increpó al arquero, todos comprendían que estaban en una de las odiosas ciudades negras de los dioses tenebrosos del cielo, aunque ignoraban quién viajó desde el negro abismo, reptando entre las estrellas hasta colgarse de aquél trozo de tierra.
Hastys y sus hombres formaron un círculo y oraron mentalmente a los héroes de sus ancestros en busca de consuelo y valor, luego, el guerrero ordenó a Geryn que volviera a la aldea y que reuniese todos los guerreros y vigilase los bosques y sobre todo, que convocase a todos los chamanes, brujos, adivinos, nigromantes y hechiceros para ir a contemplar aquel siniestro e infernal trozo del cosmos.
El arquero salió con pesar al dejar a sus hermanos ante los portales del palacio iluminado por aquellos repugnantes bulbos fosfóricos que parecían crecer más que pender de las nudosas paredes nervudas.
Parecía más un ser vivo que un edificio.
Con éste terrorífico pensamiento, el valiente arquero volvía a Revalya con el mensaje.
Hastys y el resto de guerreros alzaron la vista, incluso la madre blanca del cielo estaba viciada por el aire insano de aquella ciudad de pesadilla. Lucía extrañas iridiscencias estriadas quizá por el vapor purpúreo que se alzaba de los miasmas que quizá serían estanques y arroyos pútridos ya. Incluso alguno de los guerreros creyó ver una pequeña y blasfema señal de vida en un repugnante chapoteo en aquel miasma podrida. ¿Qué tipo de vida será la capaz de vivir en un sitio tan impuro?
Y marcharon bajo la enrarecida luz de luna, marcharon sorteando los escombros, derrumbes y fallas, marcharon pese a que el miedo se les enroscaba en el pecho como una serpiente.
Y llegaron hasta las murallas del titánico palacio central de aquella ciudad muerta. La mente de aquellos bárbaros se inundó de mil gritos ancestrales en su mente, aullando enloquecido, un obscuro sentido de fatalidad y peligro se disparó.
No había portal alguno que accediese a aquél coloso.
Hastys y sus guerreros examinaron el palacio, la roca era del mismo liso material del que estaban pavimentadas las rojizas y sucias calles, aunque el material del palacio mantenía una calidad pulcra de un hermoso color claro brillante, y sus muros eran tan altos y tan lisos que no podrían escalar por ellos, sólo la kui-hy, lagarto de montaña que se creía mensajero del submundo, podría ascender por aquella antinatural superficie.
La situación era qué hacer, al notar que una intrusión no era viable de momento, se optó por el espionaje, saber cuanto pudiesen para informar mejor a los sabios brujos y chamanes.
Los guerreros avanzaron, Kulmaz, el menor de todos era quien poseía mejor memoria del grupo para los detalles que los otros pasaban por alto, era hábil al recordar sendas, caminos, formas estelares, símbolos y dibujos, Hastys, que era primo de éste, estaba seguro de que aquél muchacho podría aspirar a ser chamán algún día, o ayudante de oráculo, Hastys sabía que Kulmaz tenía el don de la profecía.
Y lo más importante, conocía de memoria todas las leyendas de los terribles Dioses de los Abismos del Cielo.
El joven avanzó mesando sus barbas ralas que denostaban su adolescencia mirando los grabados que adornaban los muros.
Había muchos grabados, el chico pasó la mano por aquellos trazos, tembló de emoción al imaginar las manos que habrían tallado tan primorosamente aquellos frisos.
Miró las escenas, había figuras, altas, imponentes y señoriales, indudablemente dioses, o hijos de dioses, ya que el porte severo, apostura y corpulencia sólo podían pertenecerle al creador de la vida. Enki, quizás, y sus hijos liderados por Marduk. Un suspiro de alivio comenzó a formarse en el pecho de Kulmaz, pero murió antes de nacer, a mitad de su garganta al notar la escena siguiente, los dioses cargando miles de ciudades con cilindros, cajones y otras cosas desconocidas, sus rostros, antes estoicos y seguros, ahora mostraban algo a caballo entre el miedo y la inquietud, aquellos sabios huían a los cielos desde algún paraíso lejano al negro, frío y silencioso éter.
Al parecer, aquella ciudad era un trozo de aquél paraíso, lleno de vida, de manantiales naturales habilitados por ingeniosos armazones que maravillaron al joven, miró a los sabios, tranquilos al fin mirando un cielo de estrellas borrosas, quizá viajando muy rápido, más rápido aún que la luz de las estrellas que trataba de seguirlos inútilmente.
Pero algo ocurrió durante su travesía, navegando desde su mundo al nuestro en su ciudad. Unas figuras negras, esbozadas con arte y maestría así como brutál realismo horrorizaron a los guerreros.
Largas extremidades similares en forma a las de los arácnidos pero con la correosa textura del cuero de reptil evidenciada por finísimas escamas. Torso delgado y fino aunque musculoso denostando una feroz resistencia y una elasticidad inimaginables, anchas espaldas de las que sobresalían garras cartilaginosas aunque de una dureza indudable, ya que muchos grabados mostraban a dichos seres usándolos en frenéticos ataques contra la raza de los sabios, se veía un grupo atacando a uno de aquellos titanes que, pese a su tamaño e indudable poder siempre terminaba superado por los puros números.
El joven casi creyó escuchar los aullidos de aquella deidad al ser destrozada por aquellos seres tan extraños.
Ya por último, la cabeza, dinámica y brutal para el cuerpo que poseían obviamente siguiendo alguna ley desconocida de anatomía, o simplemente una geometría de pesadilla, aquellas bestialidades poseían grandes ojos que abarcaban los flancos de la cabeza.
Al frente y atrás, un par más de ojos dándole seis de éstos, un hocico breve pero repleto de afilados y finos colmillos con los que devoraban los cadáveres que iban cosechando, la cabeza de aquellos seres casi sería una calavera, y quizá lo fuera de los pómulos a las quijadas, pero pómulos arriba era otra cosa, algo tan bizarro que ninguno quiso conjeturar.
Aquellos seres se pasearon por las calles de la ciudad internándose en palacios, templos y altares profanando todo, y al final, encerrándose en las entrañas subterráneas de unas catacumbas extrañas.
Los sabios, previendo esto, sellaron el palacio del exilio con poderosos sortilegios y temibles maldiciones, los frisos los mostraban cerrando los portales con rayos, voces, música y algo más que el joven no comprendió en un principio.
Y después, estos mismos señores, los últimos que sobrevivieron a la voracidad de aquellos entes decidieron sepultarse antes de perecer de forma tan ominosa. Ahora comprendía, aquello no era un palacio, sino una cripta-prisión.
Las criaturas quedaron encerradas dentro, mientras, los últimos hijos del cielo se colocaban dentro de ataúdes negros de cristales similares a la obsidiana para dormir el sueño de la muerte, justo bajo el centro de la prisión.
No había más grabados, sólo una inclinada y garigoleada línea de trazos que el chico asimiló con escritura, ni se esforzó en leerlas, eran palabras de dioses que sólo otros dioses podían leer.
Quizás alguna advertencia, quizás algo más.
Hastys, tras escuchar el relato discernido miró las altas almenas iluminadas de la extraña y repugnante luz, y oyó el ruido de tambores, de melodías bizarras, bárbaras e hipnóticas aún para él. El guerrero recordó la ceremonia de su mayoría de edad, tantos años atrás, la noche en que él bailó con la quimera en los bosques, aquello era una burda parodia, pero le recordaba tanto aquello, oyó los sonidos horridos y cloqueantes de aquellos seres parte insecto, parte lagarto y parte cadáver que se retorcían y sacudían dentro del horrido infierno que era aquella fantasmal edificación.

Hastys miró las almenas y las sombras danzarinas y nebulosas le mostraron que eran aquellos seres retratados en los frisos, eran las criaturas que acabaron con esos dioses que nunca llegaron, y la ira ocupó el lugar del miedo en su alma guerrera.